10 de junio de 2008

"Mis primeras impresiones de Murtas"

Murtas, 1 de agosto de 2008


Mis primeras impresiones de Murtas


En los años cincuenta había leído el libro 'La Alpujarra, la Andalucía secreta', escrito por Jean-Christian Spahni, un antropólogo suizo, que estuvo viviendo un año en El Collado, anejo de Murtas.
Con mucho cariño nos cuenta sobre la gente y las tradiciones de esta zona, como son 'el trovo', los bailes de 'la mudanza' y 'el robao'.
Casi treinta años más tarde, en octubre 1988, cuando estaba parando en el pueblo de Pampaneira, veía todos los días pasar un autobús de la Alsina, que ponía Granada-Murtas.
Un día me asomé a la parada para preguntar al chófer si había una pensión en Murtas y me dijo que sí.
Al otro día emprendí el viaje, un trayecto muy bonito, que en aquel entonces pasaba por los pueblos altos de la Sierra.
A partir de Cádiar ya no venía nadie más en el autobús, se había hecho de noche, no se veía nada, aparte del alumbrado de algún que otro cortijo. El chófer, que no era el mismo que el día anterior, resultó ser un tanto ligón. Cada vez más me parecía una aventura loca y me preguntaba a dónde me iba a llevar.
Al final, después de muchas curvas, llegamos al pueblo de Murtas, y a la pensión de Cecilio, que me recibió con los brazos abiertos. Él hizo todo para hacer mi estancia de lo más agradable, empezando por un plato de sopa de hierbas locales para quitarme el mareo. El día siguiente me aconsejó que fuera a Mecina Tedel a beber agua de la fuente, que en efecto era muy buena, con sabor a tomillo. Una vecina de Mecina, Clotilde Pintor, se empeñó en enseñarme la iglesia, que tiene un retablo antiguo, muy bonito.
Aquella vez sólo quedé dos días, porque se me iban terminando las vacaciones, pero me prometí volver pronto.

En los años siguientes he vuelto con frecuencia y siempre me han recibido bien.
Pasando por Cuatro Vientos es como volver a mi casa.
En mayo 1989, asistí a Las Fiestas en honor de la Santa Cruz, y luego he podido participar en varias actividades, como 'la matanza', la recogida de las almendras y de los higos, la pisa de la uva, las procesiones, las veladas de 'trovo', entre otras cosas.
Lo que desde el principio me llamó la atención, era la creatividad de la gente . Con medios más limitados que en la ciudad, siempre se sabe sacar algo más grande.
Notable es como los vecinos se ayudan entre ellos, como por ejemplo el fenómeno del 'tornapeón'.
También he visto como, si a uno le sobra algún producto del huerto o del campo, lo comparte con otra persona.

En primer lugar, 'el trovo' me pareció una manera graciosa de solucionar cosas, por ejemplo asuntos de política local, una pelea sobre una linde, algún disgusto entre vecinos......
Luego, me dí cuenta de que era mucho más, en efecto el trovo puede tratar de muchos temas diferentes, picándose por el arte de picar, sin perderse el respeto.
En un trovo en la 'bodeguilla' de Andrés Linares, a un jóven que hacía intentos de trovar, le comparaban con 'el mosto' y a Andrés con 'la solera'.


Machteld Christina van Veen

Magdalena, la holandesa


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